Los que conocemos son los que llegan a esa muerte provocada por la crueldad y el sadismo de unos críos que se creen mejores que el resto porque los tienen bajo su “poder”.Pero hay muchos otros. Muchos que no llegan a ese extremo, o que todavía no han llegado.
Y quizá aprendan de sus heridas, aprendan a crear un mundo más justo, un mundo mejor y más amable.
O quizá vivan con ellas y no sepan cicatrizarlas nunca.
Lo triste es, por ejemplo, que la chica de Elda, el último producto de esa triste realidad, es ahora cuando es escuchada, es ahora cuando la policía se interesa, es ahora cuando el director interviene, es ahora cuando habrá un mínimo de justicia. Ahora, que ya es tarde. Ahora que ella ya encontró la solución final.
Aunque bien podría haber elegido enfrentarse a sus torturadoras de la única manera que entienden, la violencia. Con una única vejación, sólo una porque después de esa, ya no necesitaría ninguna más- sólo que entonces la mala hubiera sido ella.
Photo by unknow artistNadie entendería que primero calló y aguantó. Nadie entendería sus horas eternas de martirio, ni sus lágrimas silenciosas, ni sus heridas invisibles a los ojos, pero igualmente dolorosas. Nadie entendería que luego se enfrentó a ellas, les plantó cara e intentó salir de ese infierno. Pero no la dejaron. El infierno no sólo no terminó, sino que las pocas soluciones que lograba encontrar cerraban cada vez más la salida.
Ni los profesores, ni sus compañeros, ni el director, ni la policía. Ni su familia ni sus amigos.
Rabia, impotencia, tristeza, soledad, miedo, dolor.
La violencia sólo genera violencia, el odio sólo genera odio.
Lo triste es, también, que la solución que encontró esa chica parece ser la más efectiva.
Espero que su muerte sirva para algo y se tomen medidas al respecto. Que no haya más muertes. Pero tampoco muertes en vida como la que tuvo que soportar ella, como tantos otros que callan…