Para mi abu.
Desde los dos años he pasado el día antes de Reyes con mis abus. Mi abuela me vestía con un vestido nuevito nuevito, me embadurnaba de Nenuco y apenas comía de la impacienia. Por la siesta ya sí que no pasaba...hasta que me recordaban que los Reyes lo veían todo todo y todo, y mano de santo era aquello para que me quedara tranquililla hasta que el sueño podía conmigo... cosa que sucedía en dos o tres minutejos.
Mi abu me despertaba. Yo abría un ojo y saltaba de la cama como un polvorín. Ponía esa sonrisa suya, que guardo como el recuerdo más preciado de mi abuelo, y visto y no visto ya estaba yo bufanda en orejas y gorro en cabeza y manoplas en mano y kleenex en nariz, que desde entonces ya tenía yo la nada bonita costumbre de ponerme malita en estas fechas tan señaladas.
Y allá que ibamos a la batalla ellos, yo y más tarde mis primas, cuando nacieron.
Pepita nos recibía en su casa, chocolate en una mano, roscón en la otra. El roscón de Pepita era estupendo: siempre tenía una sorpresita para cada niño. Con el tiempo me enteré de que los metía ella, una a una, para cada uno de los niños que ibamos esa tarde a su casa.
Luego por fin me escabullía de la mano de mi abuela y me iba a jugar con los niños, que eran mayores que yo y me cuidaban que era un primor...siempre que no hubiera caramelos de por medio, que eso eran palabras mayores.
Y llegaba el momento mágico: la Cabalgata se acercaba al balcon de Pepita. Mi abuela me embutía de nuevo: manoplas, bufanda, gorro, abrigo, kleenex...Mi abu me agarraba fuerte y salíamos por fin.
Misteriosamente perdía la manopla a los dos minutos de estar allí intentado coger algún caramelo. Misteriosamente para mi abuela, claro, porque para mi no era ningún misterio... Por supuesto rara vez lograba pillar algun caramelajo entre la manada de cabritillos libres por el balcón que te sacaban dos cabezas, pero abu les sacaba muchas más y siempre encontraba alguno para mi y para algún otro chiquillo despistado.
Cuando salíamos de allí, después del consabido manopla(sí..una menos!), gorro, bufanda, abrigo...paseabams viendo las luces; y en los primeros años, mi abu me cogía en brazos y me quedaba dormida en su hombro.
La última vez que fuimos, yo tenía dieciseis años. Me encantaba ir allí, el ambiente, la magia que se respiraba en la ilusion de los niños, las sonrisas de mis abuelos y de mis primas... Al siguiente año mis primas ya no querían ir, y al siguiente enfermó mi abuelo.
Esta es el primer año que el no está aquí...y le echo muchísimo de menos.
Hoy quería recordarte, abu. Hoy quería darte las gracias por todas esas ilusiones, esa magia, esas sonrisas, esos caramelos, esos viajes, esas tardes...Por toda esa alegría, por todos esos juegos, por toda esa dedicación, por todas esas complicidades que se quedan entre tú y yo, por todo lo que me has querido, lo que me has cuidado.
Y me guardo tu sonrisa, la guardo y se que tú estas conmigo, y estarás siempre.
4 Comments:
:')
Por suerte la memoria siempre te pertenecerá. No dejes que mueran los recuerdos que te traen sonrisas :)
Un abrazo muy fuerte
POR ELLO RECUERDO CADA MOMENTO QUE ME HA HECHO FELIZ, Y CADA SONRISA QUE ME HE KEDADO CON ELLA TATOADA EN LA MEMORIA..BESOS
Estas personas nunca mueren.
Seguro que allá dónde estén, seguirán haciéndo el bien y todo lo que esté en su mano para que nuestro tránsito por esta vida, sea, por lo menos, llevadero.
Personas como tu abu, hacen eso, y más. seguro.
Un beso y feliz años nuevo.
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