30.1.06

Sonríe.

Me ve y sonríe.
Con esa sonrisilla suya que apenas se distingue entre los ojillos arrugados y los moratones del rostro, pero que le iluminan la mirada y parece olvidar, por unos instantes, que la vida se le hace ya una carga.
Sonríe.
Entonces pienso que esa sonrisilla vale más que todas esas pastillas que se toma y que sólo sirven para cambiar un dolor por otro, pero que no alejará lo inevitable.
Sonríe.
Y la enfermera le manda a dormir sin miramientos.
Y la sonrisa se apaga.